Hace poco te hablaba de los #MomentosMerak, ese instante de pausa en el que enciendes una vela, te haces un café o té bien calentito y te alejas del mundo leyendo un libro o viendo una serie, ese instante en que asumes que la vida está compuesta por pequeños momentos de paz contigo misma, que son necesarios para que la rueda continúe girando, para volver con más fuerzas.
Soy consciente de que a veces necesito parar, que todas necesitamos parar. Estoy segura de que a ti te pasa lo mismo que a mí: llega la noche, sientes el abrazo de las sábanas y tienes la sensación de que ese es el primer momento en todo el día en que te dedicas un tiempo, que esos diez minutos antes de quedarte dormida van a ser los únicos que vas a pasar contigo misma.
Vivimos tiempos en los que parece que siempre tenemos cosas que hacer y, si no las tenemos, nos las inventamos; en que tenemos que ser hiperproductivas para sentirnos bien con nosotras mismas, en que no nos permitimos la pausa, el descanso. No nos damos el capricho de bebernos tranquilamente ese café calentito o ver una película sin pensar en nada, dar un paseo por el simple placer de hacerlo, contemplar una mariposa porque te hipnotiza el volar de sus alas, jugar con tu gata porque, a pesar de que es una gruñona, es tan mona que no puedes dejar de hacerlo.
Al instante siguiente ya te sobrevuela en la cabeza ese “tengo que” que nos ahoga y activa, aunque no queramos, aunque por dentro nos muramos por parar y descansar, aunque por dentro nos mate la rabia por no permitirnos un descanso.
Y me lo debo repetir mil veces: “no tienes que nada”.
Me angustio muchísimo cuando no estoy haciendo algo productivo, cuando me permito descansar un momento e intentar olvidarme de lo que estoy haciendo. Me digo una y otra vez que no está bien, que debería estar activa y volver al trabajo, que cada segundo que pierdo repercute negativamente en mi proyecto.
Necesito trabajar para sacar mis proyectos adelante, para alcanzar los objetivos que tengo en mente, pero el precio de ese sacrificio no puede ser más elevado que el del beneficio. Al fin y al cabo, supongo que la vida consiste en vivirla, tan sencillo y difícil a la vez, ¿verdad? Muchas veces nos olvidamos de que la vida sigue mientras nosotras nos enfrascamos en ese mundo de ruido y agitación llamado productividad y, cuando nos queremos dar cuenta, la vida ha pasado.
A veces necesitamos descansar para volver con más fuerzas, y deberíamos recordárnoslo siempre: no por hacer más, estamos haciéndolo mejor.
Cierro los ojos, respiro.
Tal vez lo deberíamos hacer más: respirar, tomar conciencia de quiénes somos, lo que podemos dar y los momentos que necesitamos para nosotras mismas, priorizarnos y darnos cuenta de lo que realmente es importante.
Y no hay nada más importante en este mundo que tú misma, ¿no crees?